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Vanity Dust

"La literatura, como puede serlo la música electrónica o cualquier campo artístico —cine, pongamos— es un buen indicador de la mierda que hay en el mundo"

No es la tecnología, es el ser humano que es gilipollas. La tecnología sólo canaliza su gilipollez y la pone de relieve para que los demás la compartan, le den a me gusta y retuiteen. No son las drogas, ni los videojuegos, ni la prensa. Eso no es más que un reflejo de nuestro estrambótico mundo. Vanity Dust lo sabe, sabe que no queda otra cosa que convivir con ello, bailar al ritmo del declive de la civilización, y montártelo de la mejor manera posible. Ya sea por medio de la literatura más onfierista o por las mejores raves del planeta. Vanity, siempre alerta, rápido en el tiro verbal, adicto a la noche, gusta de observar, experimentar y dejar que las cosas le sorprendan. Sus textos son ruido y furia, y una voluntad arqueológica en el núcleo duro y negro de lo real e imaginario. Porque la ficción también es realidad.


¿Quién es Vanity Dust y cómo toca las cosas?


Vanity Dust podría ser el tipo que te encuentras en los baños del Sónar discutiendo con un segurata porque quiere entrar con 4 personas en el mismo baño y le dicen que “nein”. Vanity es el tipo que, en efecto, te encuentras dentro del baño de Berghain junto a otras cuatro personas diciendo “mein gott”. Pero también te lo cruzas en medio de la pista, justo cerca de los altavoces que le hacen vibrar los, joder, los dientes. También te lo encontrarás deambulando por librerías, acumulando libros en un cesto imaginario llamado “suelo” y discutiendo consigo mismo al no recordar si algunos libros los ha leído ya o no. Le encontrarás tomando birras o cafés (los gintonics a primera hora de la noche o de madrugada) en terrazas en las que, para disimular, finge hacer llamadas a gente conocida y lee aquellos libros que cree no haber leído antes. Por otro lado, escribe sobre todo esto y luego olvida haberlo escrito. También hace algo de música, aunque ya no con esos vinilos tan entrañables de cuando tenía 18 años. Y, siempre, absolutamente siempre, es un “chiko wapo simpatiko y adragable que busca amistad o lo k surja”.

Qué cambió en tu vida para tomártela tan... ¿onfierista?

Suelo tener la sensación de que todavía queda gente en este mundo que se toma a sí mismo bastante en serio. A pesar de los brutales avances en neurociencia, que cuestionan de forma radical e irreversible la existencia de un “yo” separado de un mundo exterior, habitamos en una sociedad incapaz de asimilar este hecho y que, por ende, se limita a utilizar cualquier tipo de artimañana emocional, ideológica o material (tecnológica) para aferrarse a una identidad “yo” que, como me parece obvio, está destinada al fracaso si no relativiza un poco sus marrones. ¿Y qué es relativizar? Dejar la infumable “rave de la personalidad” y terminar con la veneración mediática de memeces como los selfies, la autocomplacencia intelectual —analista de fútbol con apuestas online, revolucionario político leyendo en Wikipedia sobre el Club Bilderberg, experto en tendencias en Pinterest, coolhunter en su propia frustración, diseñador gráfico con Instagram y coaching vital con “la vida son dos días, hay que darlo todo. Carpe Diem” o “Al final tenemos solo una vida y hay que vivirla lo mejor que se pueda”.

Como es habitual, a nivel histórico, este recomendable cambio de paradigma sobre la movida indentitaria y la miopía ontológica de nuestra especie solo podrá cambiar con Grandes Percales. Nos quedan dos vías posibles: extraterrestres (más a largo plazo) o precipitación de terribles cambios climáticos que se carguen a la mitad del planeta y jodan bien al resto —en Nature hay quien estipula que podríamos comenzar a ver algo de eso sobre el 2025—. Mientras esto no ocurra, y uno no decida suicidarse —cosa totalmente legítima, útil e incluso reivindicable—, seguiremos con la orgía autodestructiva a escala masiva y de avance exponencial.

Considero que la peña que finalmente hace cosas —follar con pivones, escribir novelas y viajar para presentarlas, regar las plantas de los centros comerciales, hacer música, ayudar a niños pobres a leer, tratar bien a los camareros, saludar a los vecinos o consumir drogas—, logra escapar algo de eso porque, en cierto modo, se adapta a la mierda que hay. Ojo con la palabra adaptarse. No es “rendirse” ni “conformarse” —nada del todo malo, ya que sabemos por la literatura que la vida de los derrotados es mucho más intensa que la gente bien—. La gente que se adapta en este sentido suele hacer: 1) una razonable lectura del pasado (y llegar a la conclusión de que El Percal ha existido siempre, cualquier época ha tenido sus revulsivos, perdedores, traidores, pivones, fiesteros o gordos) 2) una valoración realista del presente 3) una autocrítica deleuziana sobre la “vergüenza de ser humano” 4) una toma de posición basada en lidiar con todo ello de la forma más agradable posible para uno mismo y para el resto de random world.

Mierda. Esto último ha quedado de autoayuda pretenciosa y absolutamente arbitraria. Como si un aficionado a los jardines Zen como yo supiese de qué va Todo Esto realmente. Intentando resumir —porque veo que aquí hay millones de preguntas y esto se va de madre fácil—, considero que una cosa interesante y entretenida de nuestra contemporaneidad es que tenemos muchas herramientas para expandir los límites de lo real —una vez nos hemos ubicado más o menos en ello— y, de este modo, unirlos a la parte de ficción que más nos onfireiza. En el capitalismo actual el rollo mainstream se contenta con los personal branding y los storytellings. Pero tenemos los flashmobs, el porno en la red a machete, virales delirantes y gente que se hace millonaria por una app de mierda. Mientras todo sigue su proceso de Apocalipsis lento y cutre, podemos generar ficciones vinculadas a lo real como nunca antes.

El resultado, siempre parcial y nunca definitivo es, en mi caso, desplegar un aparato de ocio y consumo cultural con desarrollo variable y multitemático. Con ello uno se desahoga, intenta vivir como quiere y conoce a peña que está en el mismo rollo —con grandes y necesarias variaciones—. La música electrónica puede ser un mero inicio, como los bombos en la prehistoria. Pero ahora son las 5:34 de la madrugada y mejor pasamos a otra pregunta. Next. (Gracias, Chatroulette).

¿Cuál es tu idea de petarlo?

Mi idea de petarlo es muy múltiple. Lo puedo petar en casa leyendo mientras escucho techno, tomando café por la mañana fumando un cigarro y mirando las obras de enfrente, bajando Vía Layetana en moto afeitando a los turistas que van en bici, pegándome eternas charlas y pinchando en casa con colegas + random people. Petarlo es también amar mucho y muy fuerte a la mujer que sabe darte la caña que necesitas con la inteligencia que tu no tienes y la sensualidad que te gustaría tener si fueses tía. Petarlo es todo esto, y también montar una empresa de reciclar residuos o entrar en una coral de canto de emos. Ser monje Zen o coaching killer de multinacionales puede ser también lo suyo. Incluso surfero australiano o director de cine porno. La idea para petarlo es hacer algo que a uno le provoque subidones emocionales e intelectuales y que ello pueda alcanzar a otra peña que lo entiende y puede ofrecer su propio modo de petarlo para generar más y más formas de petarlo. Wow.

¿Por qué las drogas están tan presentes en la vida de VD?

Porque están ahí y producen cosas en tu mente que una infusión no logra. Mucho se ha hablado de la expansión que las drogas provocan en la concepción del yo (Burroughs, Huxley), y esto cuadra con lo que comentaba de no creer férreamente en la identidad fija de uno mismo —no me leáis en modo baumaniano, más bien pienso en liantes como DeadMau5, Bansky o Pynchon). Eso te hace cuestionarte de nuevo a ti mismo y te lleva a nuevos lugares. Esos lugares no tienen por qué ser más yonkies o decadentes. Pueden ser perfectamente sanos y sexys. Lo absurdo —como lo es quejarse por quedarse sin batería, un atasco, o, pongamos, tener que aumentar el número de polis porque llevas años recortando en educación— es esta demonización de las drogas que está ahí como un quiste y parece que tanto miedo da. Un gilipollas es un gilipollas. Un gilipollas drogado es un puto desastre de persona. Un tipo normal es un tipo normal. ¿Dónde coño está la ecuación exacta e infalible que afirma que un tipo normal se droga y se convierte en gilipollas, asesino, violador, deprimido, esquizofrénico?. Me repugna bastante el paternalismo del Estado –y de los que quieren cambiarlo— con cualquier tipo de tema. El de las drogas se suma al carrito de la basura. Qué bien sienta de vez en cuando en las fosas nasales.

En Vanity Dust hay mucho sarcasmo. Un sarcasmo donde no muestras ninguna compasión por tu propia especie. ¿Es una forma de supervivencia?

Justamente, Leopoldo María Panero, parafraseando a otro autor, decía que “en la infancia vives, en la adultez sobrevives”. Frase sarcástica en sí misma, aunque no estoy demasiado de acuerdo. Mi concepción de la infancia es bastante lamentable: restricciones por todas partes, no entender casi nada, ser observado por gente que de golpe te sonríe mientras ignora a los indigentes del parque de su barrio, levantarte pronto a la fuerza, etc. El sarcasmo aparece cuando acechan las frustraciones y la impotencia y el saberse derrotado antes de tiempo. Cuando aprendes a usarlo, al mismo tiempo que intentas no perder la sensibilidad hacia otros campos que molan —arte, amistades, mujeres—, tu supervivencia se eleva un par de grados hacia el sentirse mejor. Obviamente, parto de la idea de que mucha gente se toma el sarcasmo hacia los otros como algo ofensivo y personal, pero no puedo estar compadeciéndome todo el rato por los que siguen aferrados a su supuesto “yo”. De ahí que tampoco me tome demasiado en serio a mí mismo. Podría deciros, por ejemplo, que no hace tantos años me compré un Tamagotchi y logré que viviese algo más de dos meses.

¿Cómo encaras tu escritura, qué estás transmitiendo, cuál es la ocupación primera de Vanity Dust?

Todo empezó con el blog en 2008 y sin una perspectiva de futuro definida. Para nada. Por aquel entonces encontré por primera vez autores que me hablaban directamente a mí y me planteaban ciertas visiones del mundo que me petaron el cerebro. Supongo que podrían haber sido otros en otro momento, pero les tocó abrir el camino a Palahniuk, Houellebecq e Easton Ellis. Ahí podemos sumar y añadir autores que van desde el nuevo periodismo de Gay Talese a los libros de Eloy Fernández Porta. Escribía para recrear situaciones y provocar encuentros que me resultaban liberadores, que tensionaban en cierto modo mi cotidianidad y, al mismo tiempo, sacaban a relucir las cosas “menos nobles” de la naturaleza humana.

¿Cómo compatibilizas la música electrónica y la literatura? ¿No cortocircuita esa relación?

Más que cortocircuitar, ambos mundos retroalimentan de manera exponencial. No estaba previsto que fuese de una forma tan intensa ni creciente; empecé a escribir sobre mis noches de fiesta y a hablar de música electrónica meramente por diversión. Con la entrada en Vicious Magazine y Under Magazine la cosa se convirtió en regular y pude cubrir los primeros festivales, como el Sónar o Tomorrowland. Ahí me interesé de un modo más serio por el mundo de la electrónica, los sellos, los Djs y los estilos. Respecto a la entrada en ambos mundos, en realidad, fue primero la electrónica. Comencé a pinchar por curiosidad y ganas de liarla varios años antes de dedicarme a escribir, cuando apenas tenía 17 años. La escritura vino más tarde y lo cierto es que acabé sintiéndome más cómodo escribiendo que pinchando. Hasta que hace nada me entró la vena de volver a los platos (a los 17 en vinilo, ahora con iPad y Mac, no te arriendo la movida), y por ahora me estoy divirtiendo mucho. Para resumir cómo lo veo, del mismo modo que la figura de Buda representa no una “persona” al modo Jesucristo style, sino un estado mental, para mí la electrónica es una actitud que me sitúa delante del teclado de otra manera, mucho más activa y con más fuerza para hablar de lo que se tercie en ese momento.

¿Crees que el campo literario está muy centrado en sí mismo?

Casi todos los campos artísticos están cerrados en sí mismos, a veces puede notarse incluso algo de asfixia. Creo que esta especialización “tribal” responde a dos motivos: por un lado, ubicarse en un mundillo concreto te permite ser reconocido más fácilmente —ni que sea siendo odiado o criticado a las espaldas. Es como cuando, en un club muy grande, intentas centrarte en un grupo de chicas para ligar, en vez de jugar varias bazas a la vez y acabar haciendo de loser. No deja de ser un modo algo tímido pero útil sentir que formas parte de algo que controlas (nombres, hechos, encuentros, presentaciones, rivalidades…). El otro motivo, algo más positivo, responde a un interés genuino por lo que hacen los otros y la afinidad que sientes hacia ellos. Es más fácil identificarte y hacer cosas con alguien que tiene una sensibilidad parecida a la tuya que lanzarte a discutir sobre otros campos artísticos que se te escapan más.


A pesar de esto, hay infinitos ejemplos de escritores que se meten en otros campos y que producen cosas muy interesantes. Desde ensayistas que se meten a hacer videoproyecciones a escritores que hablan sobre series, pasando por peña que ilustra al mismo tiempo que también escribe, y suma y sigue. Afortunadamente, creo que tanto a nivel nacional como internacional la transversalidad en el mundo artístico es bastante fluida y me parece ideal que así sea. Por otro lado, creo que todavía falta campo por recorrer entre los mundos creativos –en especial el literario— y el mundo de la empresa. Parece que muchos escritores o gente que proviene del mundo de las humanidades sigue empeñado en que su sueño es “escribir una novela” o “montar una editorial”. Me parece de un romanticismo más que caduco y que rara vez funciona, precisamente por lo saturado que está el mercado y que hay gente que lo está haciendo muy bien.

¿En qué medida crees que están afectando los cambios sociales en la literatura?

La literatura, como puede serlo la música electrónica o cualquier campo artístico —cine, pongamos— es un buen indicador de la mierda que hay en el mundo. Easton Ellis lanzaba con American Psycho una visión de los tipos que en 2008 nos llevarían a donde estamos ahora. Y su primer libro, Menos que cero, ponía en el punto de mira a una generación que lo tenía todo y que, sin embargo, estaba más que hecha polvo. Lo mismo ocurre con Houellebecq en Europa o con Haneke en el cine. La serie Black Mirror, por ejemplo, responde fabulosamente bien a las tensiones y amenazas que el mundo digital está generando (y seguirá haciéndolo).

Si la literatura quiere servir para algo más que para pasar el rato, no le queda otra que ponerse las pilas y meterse hasta las trancas con todas las crisis actuales que nos invaden por todas partes (¡bukkake!)

¿Qué autores reivindicas y por qué? (no importa disciplina)

Varios de ellos los he mencionado antes. Desde Bret Easton Ellis a John Williams, pasando por Jonathan Coe o Mark Z. Danielewski. De Douglas Coupland a Eloy Fernández Porta. De Miguel Brieva a Tom Wolfe o Hunter S. Thompson. Donald Ray Pollock, Frédéric Beigbeder, Colin Wilson, Chester Brown, Céline, Colectivo Juan de Madre o Vicente Muñoz Álvarez... Podría seguir con el name dropping pero creo que te haces una idea de mi limitado espectro literario.

¿Aprovechan realmente los escritores toda la potencialidad de la red, o son más conservadores de lo que aparentan?

Algunos lo aprovechan y otros trabajan su ego precariamente intentando soltar frases lapidarias e ingeniosas. Como cualquiera que use las redes, el medidor de likes, follows y toda esta movida está a la orden del día. Aunque creo que el nivel ha llegado a tal absurdidad que a la gente comienza a sudársela. Obviamente, en otros campos artísticos lo están petando mucho más. Hay autores que todavía cuelgan en redes jpg con sus reseñas, machacan con las presentaciones de sus obras y retwittean únicamente a los medios que hablan de ellos. No me jodas, hombre.

Y la poesía, ¿dónde queda la poesía en la vida de VD?


Queda en un lugar raro. Como aquel cuadro que te encanta y que has comprado viéndolo clarísimo pero que, a la hora de la verdad, no sabes dónde meterlo para que cuaje del todo. Mi pretensión poética es nula y no me considero poeta en absoluto. Hacerlo sería literalmente faltar a los que se lo curran de verdad. Pero a veces me sirve para expresar ciertas situaciones, impresiones y demás vaivenes de un modo más asociativo y menos narrativo que el que uso en prosa. Me gusta meterme en ello en ciertos momentos, de modo más bien caótico y sin criterio definido o pensado en la estructura. Por ello, haber participado en dos antologías poéticas recientemente es una puta pasada. Doy infinitas gracias a Luna Miguel y a El Gaviero por haberme dejado publicar un poema sobre Hank Moody en Serial. Por otro lado, a Almudena Vega —que entrevistastéis recientemente—, que ha antologado la potente obra Lolita. Es algo que quiero contar a los nietos que no tendré.


¿Qué os pasó a ti y a Riot Über Alles por la cabeza para escribir un libro tan lisérgico como el de Lady Grecia?


Básicamente fue un pretexto para no pasar demasiado tiempo ciegos y sin hacer otra cosa que hablar y gritarnos a grito pelado sin llegar a nada en concreto. Como tampoco frecuentamos burdeles juntos, y los dos escribimos, fue un modo de dejar constancia que en efecto éramos capaces de pasar del grado 0 de borrachos de bar a grado 0,5: hacer lo mismo pero en un papel. Lady Grecia acabó convirtiéndose en el lugar ideal para volcar todas nuestras fobias y obsesiones: el absoluto desprecio a la política internacional, los clichés tribales, raciales, las novelas pulp maniqueístas oldschool y nuestro humor negro tan apropiado e interesante como hacer coñas del muerto en un funeral. Siempre hemos trabajado extrañamente bien juntos, en el sentido de que es complicado petarlo tanto y llegar a producir algo. Gracias divino onfireismo por haber puesto un Riot en mi vida.

¿Volveréis a liarla?

Y lo seguimos haciendo. Como os comentó en su entrevista —que recomiendo encarecidamente leer right now– tenemos el blog conjunto Talented Sugar, en el que el periodismo serio y de calidad se expresa a su manera fornicando con la ridícula concepción morbosa de la viralidad de nuestros días.


¿Qué es lo que más aprecias de Riot? ¿Se pueden montar buenas barbacoas con él?


Las barbacoas de Riot son épicas. Siempre me recibe con las manos llenas de sangre y una sonrisa de oreja a oreja, tiene la costumbre de comprar medio vacuno entero y de acabar de degollarlo en su casa con métodos algo primarios. Además, por muy pronto que llegue a la barbacoa, siempre está ya borracho y preparando gasolina para prender las brasas. Alguna vez he intentado explicarle que es algo cancerígeno hacer brasas con gasolina, pero se la suda. Y luego está la merca. Bien comidos, para evitar caer en el modo siesta, sacamos el arsenal y la cosa se alarga hasta que ya es demasiado tarde. Mentira, nunca es demasiado tarde con Riot.

¿No crees que se ha generalizado mucho el “ser artista”?


La publicidad y el consumo de masas sirven bastante para explicar este apasionante fenómeno. Ahora hablamos de “el arte de hacer pan”, apelamos a los sofistas reivindicando “el arte de la conversación” y consideramos que debemos “liberar nuestro yo creativo”. Al mismo tiempo, el arte como producto de mercado que alcanza cotizaciones y un renombre de épicas dimensiones ocupa la atención de medios y redes sociales. Los blogs y las revistas literarias afloran por todas partes, y los Djs no caben ni en las fiestas de cumpleaños. Veo dos clases de “artistas” muy diferenciados: el celebrity y el beginner. O bien eres un rockstar que debes sacarte los curros de encima, las peticiones de colaboraciones y te machacan con entrevistas o bien eres un tipo que expone en el bar de los colegas y tiene que insistir (e incluso amenazar) a sus mejores amigos (también llamando a alguna ex neutral “para llenar”) para conseguir no terminar haciendo solo la enésima presentación de un libro de poesía autoeditado. El punto medio ha prácticamente desaparecido, si es que ha existido alguna vez. Mi opinión al respecto no es original: dentro de todo este jolgorio creativo tratas de encontrar los artistas y medios que realmente te aportan y buscas conexiones con las que te sientes cómodo y veas que tú también puedes aportar. Esto suena a autoayuda, mierda, se me ha vuelto a ir de las manos. Conclusión: hay que comprarse un Mac ya y comenzar a “crear” y “compartir” y a “inspirarse” como un loco. Pero ya.


¿Recuerdas algún sueño reciente?


No recuerdo nunca nada. Es frustrante cuando la gente me cuenta sus movidas en sueños, especialmente las chicas. Es como si la noche fuese una fiesta de acontecimientos y, en mi caso, un enfermo terminal conectado a una máquina. Por fortuna, puedo decir que recientemente me levanto con una bella mujer a mi lado que tampoco recuerda gran cosa pero que durante el desayuno con tostadas y mermelada de naranja ácida logramos armar conversaciones que terminan con un regreso a la cama.


¿Cómo te imaginas el futuro? ¿Qué valores crees que se pondrán de moda?


No sé si vale mucho la pena imaginarse el futuro a estas alturas. La ecuación es sencilla, o vivimos algún tipo de revolución humanista-científica a la altura del Renacimiento que pueda cambiar de raíz la dinámica actual o el baile con la fea de clase está más cerca que nunca.


Respecto a los valores, es interesante el boom de la economía compartida a nivel social y el rollo orientalista a nivel personal. Es entre naïf y esperanzador. Por un lado, resolvemos nuestra situación económica compartiendo coches y casas y, por el otro, nuestras frustraciones personales meditando y abrazando árboles. ¿No es cojonudo? ¿eh?

¿Cómo serán las relaciones sociales? ¿Existirá el amor?


El ser humano se caracteriza por ser un auténtico caos relacional. La dinámica de filias y fobias respecto a nuestros congéneres (especialmente en Occidente) circula a una velocidad que marea a cualquiera. Gente que amabas te odia, gente que era insoportable es tu amiga, gente con la que ibas a trabajar te deja colgado. Y viceversa. Este festín sorpresa quema mucho a la peña y llegará un punto que los que prefieran no acabar en un psiquiátrico deberán hacer un back to the roots y moverse en círculos un poco más coherentes. Por supuesto, yo sigo yendo al psiquiatra.

¿Crees que el amor está sobrevalorado? ¿O es un bulo para vender libros de autoayuda?

El amor no está sobrevalorado. Lo que está minusvalorado es la soledad. Sentirse solo está bien. Estar solo es bueno. No tener pareja mola. No ligar no es un fail. No tener 2.000 amigos en Facebook no es un problema. El amor es ese chute de épica personal que mucha gente necesita para dejar su mierda diaria y la rutina de lado. El enamoramiento es apretar el botón de emergencia cuando tu vida está perdiendo fuelle por todas partes. Eso y la mierda que Disney nos metió en la cabeza desde que tenemos memoria. El amor debe reinventarse. Somos incluso más libres que nuestros padres y, paradójicamente, nos comportamos como nuestros abuelos. Pero lo dejo aquí, el verdadero crack en el asunto es Eloy Fernández Porta y su €®0$.

¿No crees que se fomenta demasiado esa manera tan reflexiva y con excesivas expectativas, de enfrentarnos a las relaciones sociales?


Los pajotes mentales que nos montamos todos para racionalizar los problemas con los otros son increíbles. En esto veo dos puntos claves dentro del consumo televisivo: las telenovelas y los primeros Gran Hermano. En ambos casos la acción siempre queda sujeta a la conversación posterior y a las afinidades y odios que se generan tras los acontecimientos, obviando, por supuesto, que son innecesarios y una total chorrada. Suelen basarse, casualmente, en los típicos pecados: mentir, ser fiel, avaricia, etc. Es un bucle del que cuesta salir. Aferrarse a un punto de vista respecto a una cosa es, de nuevo, ganar un poco de tiempo ante las inseguridades en el resto de ámbitos de tu vida. Relativizar los puntos de vista, no tomarse a uno mismo tan en serio y, muy especialmente, intentar rodearse de peña menos marronera, suele funcionar bastante bien para no dedicar demasiado tiempo a cosas que, para más inri y según Kahneman y otros genios, tampoco dependen de nosotros al 100%. Pero Lao-Tsé ya decía algo parecido hace más de dos mil años.

Pregunta Cosmopolitan: ¿Qué 5 consejos darías sobre cómo mantener relaciones afectivas?


Respuesta Cosmopolitan:


1. Emborracharse en los museos de arte contemporáneo y no compartir nada de lo que se hace en redes sociales.

2. Viajar un poco a lo random y follar en los baños de los festivales electrónicos.

3. Buscar noches de ciego absoluto en casa pinchando en bolas y leyendo fragmentos de libros fetiche al azar.

4. Practicar salvajismos en la cama, roles, guarradas, y ver qué pasa.

5. Petarlo en un amplio espectro de movidas vitales, especialmente en peleas y roces con taxistas sobrios.


Si te dieran la posibilidad de modificar un anuncio publicitario, ¿cómo harías el de Wipp Express?


Dejará tu ropa tan blanca como la última reforma fiscal española hizo con todo el dinero negro de tus jefes.


¿Y el del iPhone?


«Más apps. Más fino. Más retina. Más caro. Pero, eh, MUY NUEVO y desgrabado en Irlanda.»

¿Qué piensas de la prensa actual? ¿qué te inspira?


Los medios convencionales están realmente jodidos. Diarios oldschool como El Pastís o La DesVanguardia navegan en una eterna deriva y absolutamente incapaces para retornar a unos balances que no sean sangrantes a escala económica y un discurso que no sea previsible a niveles ridículos. Cualquier estudiante de primero de periodismo puede preveer el titular de estos periódicos el día después de un suceso importante. Eso se debe a que todavía pretenden mantener una especie de estatus que ya nadie les otorga. Como el rey que, tras una lenta y dura decadencia de su reinado, sigue empeñado en beber en las mismas copas doradas cuando, en realidad, debería o bien venderlas o bien sustituirlas por algo acorde con su nueva realidad. La creatividad que les permiten a los periodistas que trabajan en estos medios es limitada y siempre debe estar sujeta a cierta corrección política que convierte el artículo con potencial interesante en una cápsula light que no pasa de un análisis aséptico o una noticia curiosa.


Por ello, me inspiran especialmente medios como eldiario.es o revistas como JotDown o El Estado Mental. Una nueva generación de periodistas, escritores y profesionales del mundo de la comunicación ha tomado las riendas sin tapujos y está abriendo terrenos interesantísimos tanto a nivel de contenidos como de formatos. Cuando empecé a colaborar con eldiario.es por temas de música electrónica ya había comprado dos cuadernos suyos (en papel) y lo consideraba una fuenta fiable y potente de información. Nunca me pidieron que debía hacerme socio y pagar la cuota por ello. Pero tras conocer más desde dentro su dinámica, lo hice por voluntad propia y a título individual, por principios. Propuestas así te hacen ser consciente de que la decisión de que ciertos mercados evolucionen está más en tus manos de lo que parece.

¿El gonzo sigue teniendo futuro? ¿No hay otras formas más interesantes de abarcar la crónica?


Me parece que el Gonzo nunca ha tenido futuro ni nunca ha querido tenerlo. El periodismo gonzo, como se dice, nace y acaba en Hunter S. Thompson. Explorar los límites de la realidad —buscando puntos extremos exponiéndose a uno mismo a riesgos de todo tipo— y cómo estos pueden unirse a la ficción literaria para subvertir el hastío, lo mediocre y lo rutinario fue el combo que Hunter forjó para sorpresa de todos y rechazo de muchos. Hunter logró subvertir como pocos el periodismo falazmente llamado “objetivo” y desenmascarar la hipocresía de las crónicas periodísticas suaves y benévolas de los medios generalistas. Más que interesante, esta actitud me parece reveladora. No hay escuela ni Universidad que pueda enseñarte a encontrar tu forma de entender el periodismo ni la literatura. Y tampoco es esa su misión. Puedes estudiar la evolución del periodismo según décadas y los medios de cada época. Puedes ver las múltiples formas de hacer una crónica o un reportaje. Puedes leer tanto a aquellos que te gustan como a los que te parecen unos cretinos. Pero, a fin de cuentas, serás tú y el cúmulo de oportunidades que tu curiosidad te permita encontrar los que determinaréis qué coño hacer con el trabajo. Hunter fue considerado por editores y otros escritores un parásito, un enfermo y un loco, pero su empeño y absoluto modo kamikaze de aproximación a su trabajo romperían moldes y abrirían caminos que a día de hoy sigue dando miedo continuar explorando. En Hunter tenemos uno de esos casos tan raros y fascinantes en los que el personaje y la obra coinciden, son uno. Eso está genial, pero es fácil y tentador caer en una idolatría pop que puede resultar estéril y contraproducente.

¿Cómo cocinas tus crónicas? ¿Anotas todo lo que pasa o prefieres dejarte llevar?


Nunca planeo de antemano las crónicas pese a que sí tengo en mente los acontecimientos que quiero destacar en determinado momento. En casos concretos, cuando busco aumentar el nivel de detalle, tomo notas random en el iPhone, como las que aparecen en la antología poética ‘Lolita’ sobre ‘Notas desde Berghain’. Son apenas dos o tres palabras con nombres, ideas, conceptos, detalles de la gente o del sitio, mis sensaciones. Absolutamente inconexos, luego van repartiéndose por el texto a medida que el desarrollo del texto demanda su presencia. Habrá veces en los que no uso todo lo apuntado —otras en que no lo entiendo o he olvidado qué quería decir— y otras en las que la presencia de la ficción asume las riendas del asunto.

¿Y las entrevistas?


Las entrevistas que he realizado en los últimos años, desde Ben Klock a Donald Ray Pollock o Tiga, parten de una absoluta curiosidad, respeto y fascinación por cada una de las personas. Más que una entrevista de groupie, intento abarcar al entrevistado desde un espectro mucho más amplio que su creación o producción artística o intelectual. Procuro romper el plano de sujeto entrevistador-sujeto entrevistado, y me es fácil hablar de mis opiniones, ideas o experiencias para que así el “entrevistado” no se sienta ubicado en un altar y obligado a dictar sentencia ante alguien que pregunta de carrerilla y luego dice “sí” a todo. Te puedo asegurar que el sentimiento que me asalta al terminar una entrevista que he estado esperando con ganas es de las sensaciones más potentes y adrenalínicas que conozco. Tras salir del camerino habiendo hablado a las 4 de la madrugada de Nabokov o las letras pop de sus canciones, y haber disfrutado de su modo de expresarse y su enorme sensibilidad en privado, sentí durante un rato que sí, que esto tenía sentido y que todo era posible.

¿Qué les pedirías a los periodistas profesionales? ¿Y a los que se acaban de iniciar?


Es fácil elevarse por encima de “los periodistas” y decir “hace falta esto o lo otro”, juzgar es gratis y nuestra sociedad vive en una rave de opiniones compulsivas. No creo que generalizar en el sentido “periodistas profesionales” sea lo apropiado. A los de la revista Forbes, por ejemplo, les diría que contratasen a un revisor de estilo y corrección ortotipográfica porque está llena de faltas de ortografía u omisiones. Esto sí me parece exigible. A los expertos en titulares virales les diría que ya no clico en ninguno de ellos porque estoy hasta los cojones de que me hagan perder el tiempo. A la prensa generalista le diría que estoy saturado de declaraciones absurdas y previsibles “Rajoy dice que negociará”. “Mas dice que continuará con lo suyo”. “Me fui del Barça porque necesitaba un nuevo comienzo”. “Mi ambición es mejorar cada día”. “No he olvidado lo que me hicieron”. ¿Cuantas putas veces leemos declaraciones que no son más que meros topois vacíos ante los que cualquier periodista decente reaccionaría con náuseas y sudores fríos? Me gustan los periodistas que sorprenden, que te llevan a sitios a los que tú jamás llegarías (no a una puta rueda de prensa). Por ejemplo, pienso en John Jeremiah Sullivan y su libro de crónicas recientemente editado en España, ‘Pulphead’. Hay grandes periodistas de todas las edades que lo están petando y a los que admiro on fire, desde Robert Juan-Cantavella a Roberto Saviano.


Lo que a mi me fue bien al principio fue escribir sobre todo aquello que me divertía y me despertaba ganas de explorar. Desde asuntos morbosos a temas aparentemente inconexos, de Haneke al piercing rosa de la cajera choni de mi barrio. Del barman con aspiraciones poéticas al taxista serbio con ganas de dar la vuelta al mundo. Algún estúpido decidió separar la información por tipologías “política”, “economía”, “sociedad”, “cultura”, etc. Si bien estos compartimentos tienen su lógica y pueden ser útiles a la hora de consumir la información, cualquier noticia o crónica incorpora elementos de los otros supuestos “campos periodísticos”. La especialización (ciencia, nuevas tecnologías, política internacional) es comprensible y necesaria cuando se requiere un vasto conocimiento sobre la materia, pero la perspectiva global y la inquietud para hacer remixes y ensamblajes es el meollo del asunto. De nada me sirve un periodista experto en islamismo que no se acerca al Raval por miedo a que le roben la cartera. De nada me sirve un experto en fútbol que desconoce por completo el mundo de la publicidad de masas y la psicología del deporte o que desprecia o no se interesa por las artes marciales.

Tal como están las cosas, ¿tiene sentido estudiar periodismo o cualquier carrera?


Sin duda, tiene sentido. La Universidad puede tener una triple utilidad: 1) te permite cagarla y descubrir lo que pensabas que te molaba y que, a la hora de ponerte, te la suda. 2) Te sitúa en pleno centro de la mediocridad intelectual, tanto de alumnos como de profesores, lo que ya te anuncia cómo serán tus jefes y compañeros de trabajo del futuro. 3) Puedes encontrar profesores pros (en una baja proporción) que realmente te sean útiles y que te molen de verdad. Ahí hay una vía para indagar y eso sí vale la pena. En mi caso, estudiar periodismo me abrió a autores y a un tipo de literatura periodística que posiblemente no hubiese trabajado con tanta intensidad si la hubiese desarrollado por mi cuenta. Eso sí, como en todo, al final la Universidad es lo que tú quieras sacar de ella. De ahí que el paro entre los jóvenes esté en cifras alarmantes, por culpa del conformismo y la falta de expectativas y curiosidad de una gran parte del alumnado. En mi caso, sumando las tres carreras que se daban en mi facultad (periodismo, comunicación audiovisual, publicidad), hubiese elegido para trabajar luego a unas 15 personas de un total de 80 alumnos. Es lo que hay.

¿Crees que aprovechan realmente los escritores toda la potencialidad de la red, o son más conservadores de lo que aparentan?


Venimos de unos años de neandertalismo sorprendente: colgar pdfs de reseñas en servidores perdidos, sacar capturas ilegibles de recortes de periódicos, hacer blogs que son pajas mentales en las que se hace una compilación de notas de prensa...Y, por supuesto, todo ello bañado por sesudos y políticamente correctos comentarios en redes sociales, lo que en suma te da un panorama previsible y nada estimulante. Por eso te vas a cuentas de Twitter de humoristas caseros y tienen 50.000 seguidores y buscas a un escritor reputado y tiene 3.000. Y no creas que es porque su listón es más alto, sino porque el ingenio en 140 caracteres no depende tanto de saber escribir sino de llegar como un puñetazo a tu audiencia. En mi caso, no soy un ejemplo de cómo petarlo, mi funcionamiento de redes es irregular y también me gusta desaparecer durante algunos días para dedicarme a otras cosas offline. Debo decir que me sorprende y me alegra que haya gente que me escriba porque quiere saber más de lo que hago, qué pienso sobre tal o cual cosa o cómo podemos colaborar juntos.

¿Cómo llegaste a la música electrónica?

El camino fue directo e imprevisto. Uno de mis mejores amigos, 15 años mayor que yo, me recogió a los 17 años y comenzó a pasarme referencias de Mathew Jonson para arriba. Un tema como el de Marionette me dejó loco, jamás había sentido esa intensidad en una pista tan aparentemente simple. Pronto mr desboqué, comencé a salir de fiesta solo a saco por Barcelona, flipando con la recién apertura del The Loft y las libertades que todavía había en ese momento. Poco clubber, fácil acceso, control menos intrusivo...los inicios del 2000 todavía permitían aventuras nocturnas salvajes. El techno me hablaba con una fuerza y contundencia que barría todo lo demás. Y así sigue siendo. No puedo evitar sonreír como un flipado cuando escucho una sesión épica en cualquier club. Y soy incapaz de pasar 24 sin escuchar una sesión o algunos temazos. Es una de las adicciones más honorables que tengo.


¿Prefieres festival o club? ¿Y por qué?

Depende de qué busquemos y del festival o club elegido. Un festival como el de Tomorrowland, al que fui en 2011 por prensa, es como disfrutar una peli de Hollywood en 3D que, pese a meterte un buen chute de mierda comercial, disfrutas por su despliegue y por ciertos detalles. Festivales como el Dimensions en Croacia, el Melt en Berlín o el Dekmantel en Holanda están en otra liga. Sin haber ido a ninguno de ellos, sé por contactos directos que el público sabe a lo que va y que los lineups son rigurosos y de calidad espectacular. Si lo que buscas es una experiencia con colegas que se alargue y sorprenda durante días, conocer a desconocidos molones, buenas chorbas y bailar en un entorno alejado del día a día, un festival es una muy buena opción. El club es más directo, sin tantos nuevos estímulos. Cuando voy a Nitsa o a The Loft sé a lo que voy y conozco demasiado el lugar como para obviar las limitaciones que albergan. Ya no son lo que eran, ni tampoco el Moog o el Macarena. Pero, de todos modos, puedes tener tus buenos momentos. En el caso de viajar, ir de clubes es genial. De golpe entras en un sitio con su propia idiosincrasia y público, estudias la forma de relacionarse de la gente, interactúas, descubres nuevos equipos de sonido, visuales...Calla, qué ganas de volver a Berlín y navegar por Berghain de nuevo.

¿Qué te parece el público de los clubs de Barcelona?


Si me permites, te haré la analogía con el tema de las Universidades. En general, es conformista, bastante poco dado al baile, las tías son unas sobraditas que no sé qué piensan y los guiris no dan una para integrarse de un modo natural. La gente bebe demasiado y se droga demasiado poco, lo que genera un público que a las 5 de la mañana está destrozado. A nivel del conocimiento de los artistas que vienen, conocen cuatro nombres, que todavía siguen siendo Miss Kittin, Vitalic y Simian Mobile Disco ( y viejas glorias de este palo). El panorama, como imaginas, suele ser bastante desolador. De todos modos, es matizable, por supuesto que hay gente con buena onda y con clase para saber divertirse y disfrutar de la música, aunque no conozca al Dj. La gente cree que la electrónica es solo un atrezzo musical para salir de fiesta y no el núcleo de toda una cultura y forma de entender la vida y nuestra delirante contemporaneidad.

¿Cómo te imaginas la escena de la música electrónica en Valencia?


Valencia tiene una historia de fiesta acojonante. La Ruta Destroy es un fenómeno único e histórico que marcó un antes y un después en este país, aunque su muerte quizás puede considerarse el inicio de una decadencia en cuanto a libertades y desenfreno que llega hasta nuestros días. Apuesto a que hay un par o tres de clubes que siguen fieles a programaciones de calidad y coherentes; pero hay que tener en cuenta el imaginario social que predomina en una gran parte de la población, con una generación de puretas que apoyó (y apoya) a Camps y otros especímenes tóxicos (y que todavía respetan las mongolidades y atrocidades cometidas porPerra Barberà y sucedáneos). Lejos de parecer dos cosas inconexas, la generación que vio crecer ante sus ojos Marina d’Or, que restó importancia a los trajes de Camps, que vio cómo un circuito de Fórmula 1 petaba la ciudad, que tiene un aeropuerto por ahí inútil y en el que nadie ha montado raves o ha acampado hasta destrozarlo a petardazos, esa generación ha tenido hijos y mucho me temo que gran parte de ellos se engominan y salen a petarlo puestos de Red Bull hasta las cejas. El chonismo es un fenómeno que sigue petándolo en Valencia, y la ignorancia es un estado mental que se reparte con mucha generosidad por todo España. Pero, eh, basta de trollear, todo esto lo he sacado de mis débiles intuiciones y de cosas que me han contado buenos colegas que he ido conociendo. Como comentábamos al principio (unas 200 preguntas antes) respecto a la visión dualista de las cosas, y a que es importante no bañarse únicamente en un único color, la gente que sale con la mente más abierta me deja alucinado por su energía y ganas de petarlo. Ahí os he conocido a vosotros, Psychonauts, y a otros genios tan voraces, sensibles y cañeros como los vietnamitas que cababan túneles en el Vietknog para reventar a los ociosos y puteros norteamericanos. Supongo que abrir los ojos y encontrarte rodeado de corrupción, ignorancia y pagafantismo te hace más fuerte y guerrero. Así que, como te digo, me horrorizo por ciertas movidas y me quito el sombrero y me sumo a la rave por otras tantas.

¿No crees que hay exceso de guiris en clubs y festivales?


Depende del festival y del club. El turismo en Barcelona, por ejemplo, ya tiene sus circuitos de mierda en el Puerto Olímpico, y eso descongestiona los clubes de perfil más electrónico y sin Paris Hilton en pantalla o con su Traktor funcionando a medio gas. Festivales como Monegros tienen que ser a estas alturas una pesadilla de guiris naufragando entre excesos de todo tipo y saltos delante de músicos tan prescindibles como Skrillex. El Sónar es también otro ejemplo de sobredosis. Solo los empanados van al festival “de verdad”, la peña que mola se pira sin pensárselo al OffSónar, donde hay fiestas increíbles y calidad musical para hacer varios monumentos cada año. Hay que tener en cuenta, por otro lado, que nosotros también viajamos y vamos a otros festivales. Es decir, que también somos guiris. ¿Cómo nos comportamos? Habrá de todo, festivales más de batalla como el Time Warp dan una imagen bastante asilvestrada del público español, pero toda la gente que va al Dekmantel es de calidad. También somos muchos los que vamos a Berghain y quizás no todos entramos fácilmente. Por eso, las restricciones de aforo y de política de entrada me parecen interesantes. Prefiero estar rodeado de grupos de gente corriente que está por la labor que no por un grupo de 10 suecas de 18 años gritando al residente del Apolo para que ponga Swedish House Mafia.

¿Qué criterio musical utilizas en tus dj set?


Hay que aclarar una cosa: mis sesiones son por puro divertimento, aunque le ponga muchas ganas y a veces pinche en público o suba sesiones. No me considero Dj, del mismo modo que no me consideraré cocinero por currarme una hamburguesa con salsa roquefort que como mucho no mate a los comensales. Mi criterio es más anímico que otra cosa, que es como habitualmente trabajan la mayoría de Djs que me gustan. Quizás Marc Houle o Maya Jane Coles sean más atmosféricos y monótonos, pero tipos como Ben Klock, Recondite o Tiga se basan en esta libre asociación de emoción y música. Buscas —o sientes— un estado de ánimo —onfireista, oscuro, violento o alucinado, por ejemplo— y le pones un soundtrack concreto. Procuro, al mismo tiempo, mezclar géneros y décadas de producción. Intento crear un orden inédito en mi biblioteca musical, con mis fetiches y mis inventos de aficionado entregado a la causa.

¿Qué esperas del público cuando pinchas?


Me gustaría matizar que lo que es “público”, tengo bien poco. Quiero pensar que la gente que me escucha son colegas a los que les entretienen mis liadas, y luego personas aisladas que aprovechan las sesiones para pasar un buen rato. No soy Dj ni pretendo serlo, aunque me encante pinchar y hacer el cafre. Si ese público cercano y distendido, incluyendo alguien que pueda no conocer y que me conozca de paso, se divierto con una sesión mí y descubre un par de tracks nuevos, me doy por más que satisfecho.

¿Crees que al techno aún le queda porvenir?


El techno está vivo, esto es un no parar. Hay tanta gente explorando tantos caminos que las ramificaciones no se detienen. Tras la eclosión del minimal en 2007-2008 me parece que hubo una especie de saturación y resaca, el electro más comercial perdió sentido en picado y puede que hubiese algo de desubicación en la escena alternativa/mainstream. Pero, afortunadamente, teníamos a grandes productores emergentes dándolo todo, trabajando con un techno industrial anclado en los noventa pero reinventándolo. Y, gracias a ellos, ahora gozamos de una escena impresionante, tanto a escala nacional como interancional. El EDM y todo este espectáculo hortera facilita las cosas, tanto porque introduce a gente nueva a la electrónica que luego encuentra cosas de mayor calidad como porque evita que cierta peña polucione la escena techno con sus trollidades.

¿Qué te gustaría cambiar de la escena musical actual?


La escena está, como te decía, on fire. Como hablábamos antes, el marrón está más en las legislaciones, los precios, los permisos, el control social, el público garrulo…¡La música está yendo a por todas!

¿Cuál es tu fiesta más mítica?


Cuesta decírtelo a bote pronto. Puedo hablarte de la noche en la que conocí a Michael Mayer, del Sónar 2013 que pasé junto a uno de mis mejores colegas liándola por nuestra cuenta y reventando horarios. Puedo hablarte de mis primeras veces en Berghain, por supuesto. De ciertos momentos de alto vuelo en ese Tomorrowland de hace 3 años. De 3 días de farra en Londres con grandes lagunas en mi mente. A ver cuál la siguiente.

¿Algo que te haya llamado la atención en algún festival o club últimamente?


Te puedo hablar de Recondite, Daniel Miller, Octo Octa, el mítico Ángel Molina, Floating Points, Rodhad, Mathew Dear, Al Bradley, Uner, Pau Roca, Clip!, Aril Brikha, Bella Sarris, Compuphonic...Algunos los he descubierto por podcast, otros en festivales y también en clubes. No es que sean nuevos de ahora, sino que descubrirles y seguirles la pista ha sido todo un placer.

¿Cómo aguantas tantos festivales sin decaer? ¿Cuál es el truco?


No hay truco. No me paso cada fin de semana pegando festivales. Me gusta leer, relajarme, duermo como un hijo de puta, escucho música en casa e incluso tengo un cactus que lleva vivo más de 6 meses. Si lees mis crónicas de noches de fiesta o festivales, verás que también tengo bajones potentes durante la noche y que hay momentos en los que uno se siente exhausto. Eso sí, cuando salgo me gusta darlo todo y nutrirme de vitaminas que dignifican y exponencian las experiencias del viaje. Ni todas las noches son geniales ni soy un kamikaze festivalero. La idea es que cuando aprietas el botón de “petarlo” toda la maquinaria y arsenal desplegable, desde los subwoofers a los baños, respondan con máxima diligencia.

Háblanos de la noche barcelonesa: ¿Qué bares locales frecuentas por Barcelona? ¿Qué te atrae de cada uno? ¿Cómo es la peñita?


Barcelona se ha vuelto bastante evidente en los últimos años. Hay un stablishment de sitios a los que acudir y poco movimiento espontáneo. Mañana mismo voy a una movida secreta a la que tienes que entrar con un código y que todavía no sé dónde está. He hablado anteriormente de los clubes a los que suelo ir y a los que me gusta ir de vez en cuando. Quizás BeCool sea el club que más cercano está de tener un público decente y una música poco dada al vaivén comercial. Si voy al The Loft procuro disfrutar con la gente que me acompaña, quizás conectar con alguien de buen rollo, pero sobretodo centrarme en la música y analizar la calidad del sonido y de la sesión. En cuanto a locales, hace tiempo que no suelo ser carne de bar, la rutina de bareto me aburre rápidamente, me gusta moverme por el Raval y por la Barceloneta, Gràcia me parece bastante coñazo y el Borne, como todo el mundo sabe, es un simulacro de hipsterismo internacional bastante apestoso. Bajas las expectativas de los localesy aprietas en lo que haces para disfrutar en ellos. Joder, qué raro y frustrante ha quedado todo esto. Lo que sí puedo hacer es hablarte del día, porque tanto el club Insert como el Piknic Electrònic lo están petando con programación de calidad y merecen todos mis respetos y alabanzas.

¿A dónde te gustaría viajar y por qué? ¿Qué harías luego allí?

Quiero ir a Shanghai. La idea no es mía, pero suscribo por lo que he visto que es como el Nueva York del Siglo XXI, necesito ver qué se cuece ahí y hasta qué punto el festival capitalista logra en cierto tipo de lugares y estructuras permear al PC chino. Si hablamos de festivales, me apunto al Burning Man y al Dekmantel. Llévame también, por favor, a Argentina. Muy posiblemente viaje ahí por amor y onfireismo y eso me haría muy feliz (gossip rules). I Need Buenos Aires flow in my life. Sin coñas, daría lo que fuese para ver qué narices pasa en Buthan y en Corea del Norte. Buthan es más happy, pero críptico y discreto. En cambio, Corea del Norte es histriónico y hooligan, con un gobierno orwelliano...En fin, que te voy a contar que no se haya dicho ya. Pero quiero ver esa atrocidad para comprender un poco más el lado darky del ser humano, es una mezcla de curiosidad morbosa, interés sociopolítico y una cura de humildad tan necesaria como el Listerine después de dos días de reenganche.

Si pudieras montar un buen pitote, ¿cómo sería? ¿Qué gente iría? ¿Qué se tomaría ¿Qué música sonaría? ¿Qué djs contratarías?


Wow, cómo te pasas poniéndome golosinas para cerrar la entrevista. Seamos breves y directos: Ben Klock, Recondite, Richie Hawtin, Laurent Garnier, Digitaria, Mike Banks, Kölsch (el de hace un par de años), Ellen Allien, Mathew Jonson, Maya Jane Coles, Michael Mayer, Seth Troxler y Marcel Dettman (suma y sigue), Uner y Ángel Molina. Y luego colegas cercanos como Ruth Lee, Pau Roca, Clase Sencilla, Fiat600. Todo gente maravillosa y pro con muchas ganas de risas, bailes y más. Ya que seguimos con la paranoia, montaríamos un ultrarooftop en Berghain abierto 48 horas con un techo lleno de lásers, humo y unos altavoces Funktion 1 que hagan levitar a todo el mundo con las vibraciones. Invitaría a gente con la que curro, a gente que admiro y a colegas que, a raíz de mi obsesión electrónica, han acabado interesándose por la electrónica. No me digas que no es bonito y, hasta te diría, tierno y naïf. Riot Über Alles sería el segurata, el gogó central y el animador del cuarto oscuro.

Tras varios libros, trabajos, viajes… ¿qué te ha dado la experiencia de los años?


Joder, me haces sentir un pureta. Resumamos, que quedan dos preguntas y estoy exhausto. Tanto en lo personal como en lo creativo visto que tomarse las cosas demasiado en serio es una jodienda que te pudre y pudre a los demás. Odiar, que te odien, discutir, pelear, negociar, todo esto es un coñazo que hay que evitar. Por contra, descubrir cosas que pueden compartirse, desde experiencias vitales a clenchas o temazos o libros, es algo muy pro que siempre reivindico. Cada vez aprendo más a pasar de la peña que no me aporta y a entregarme más a la peñica buena.

Y para terminar, ¿qué planes tienes para el futuro?

Siguiendo la moda de “uf, el futuro es imprevisible, no sé ni siquiera dónde estaré mañana’, te diré de forma ambigua que seguir los percales en los que estoy metido ahora. Necesito dedicarle más tiempo al blog y a la literatura, renovar el blog y hacerlo crecer. Y estoy muy viciado a pinchar, así que quiero seguir dándole duro a la música. Puede que algún día consiga reunir en algo parecido a un libro algunas de las batallas que circulan véte tú a saber por qué servidor en Alaska de los enfermos de Palo Alto. Me iría genial sacar un libro en los próximos meses, porque ya toca renovar la contraportada del libro que uso para apoyar los gintonic y para apuntar en los márgenes cosas como que haga todo lo posible para no ser tan hijo de puta como responderte una entrevista de 17 páginas de Word. Ni que fuese el puto Foucault y estuviésemos levantando adoquines en el París de los sesenta. Mientras nos levantemos de la cama y no acabemos debajo de ella, podemos estar satisfechos y tener la concentración suficiente para cruzar los semáforos en verde o calcular cuando la cosa se pone fea para echar a correr. #BastaDePajasMentalesVanity



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